El artista que le vendió una maqueta de Kiss al Museo de Bellas Artes
VIDA Y OBRA. ARQUITECTO Y FOTOGRAFO, BRUZZONE DICE QUE CON KISS EMPEZO EL DESCREIMIENTO ACTUAL.
Matías Repar ESPECIAL PARA CLARIN
Los dos mil metros cuadrados de la planta baja del Museo Nacional de Bellas Artes están dedicados principalmente a las colecciones de arte internacional, desde la Edad Media hasta el siglo XX. Se completan con la biblioteca, la recepción, una librería artística y la boutique de la Asociación Amigos. En ese espacio ahora suena el tema Black Diamond, del álbum Kiss Alive; el disco grabado en vivo en Detroit, que demostraba el apogeo de esa banda hacia finales de la década del setenta. Como un objeto de culto en las vitrinas de un fanático, una instantánea virtual de ese momento se revive en el hall de entrada, donde se exhibe Kiss Alive (2006), la obra de Dino Bruzzone que saltó desde arteBA hasta esta meca como resultado del programa Arte para la Nación. Una maqueta y una foto que forman una obra. La primera obra que compró el Museo Nacional de Bellas Artes en este siglo.
La maqueta es una escala reducida del show de los legendarios carapintadas metálicos; la foto es blanco y negro. Ahora pasan dos chicas a pocos metros, miran, sonríen y continúan el recorrido; un grupo de turistas, antes de volver a la calle percibe algo, se acerca y se queda unos minutos murmurando con acento nórdico. Escenas de ese tipo se repiten todo el tiempo: los visitantes pasan, ven la obra y confirman la definición de "sorpresa": "alteración emocional causada por algo imprevisto o inesperado". Un guardia de seguridad arriesga una explicación. "Se asombran porque es raro que esto esté acá, les llama mucho la atención a todos".
La charla con el autor arranca con el mismo término. "Fue una gran sorpresa y un gran acierto que hayan comprado la maqueta y la foto, porque es una misma obra. Además que fue un gran riesgo", dice Bruzzone después de caminar por el largo pasillo que convierte la Galería Dabbah-Torrejón en el living de su casa y de subir la escalera que convierte su casa en su estudio.
"Yo llegué a Kiss Alive porque antes había hecho el Italpark y antes a la hinchada de Independiente", dice y trae una colección de vinilos de la banda que llegó a su vida en 1980, cuando su tío le dio plata como regalo de fin de año y compró Hotter Than Hell, su primer disco de rock. "Después me compré Kiss Alive, que es anterior", apunta mientras va pasando los LP como figuritas para detenerse en la portada de Unmasked: un cómic en el que los superhéroes del rock juegan con sus identidades ocultas y confunden a la prensa usando máscaras debajo de máscaras.
"Tiene algo hipnótico, algo misterioso... y te hace pensar: ¿la máscara era un símbolo de rebeldía? ¿O era puro marketing?" se pregunta Bruzzone y justifica una cita: "La máscara es magia. El carácter no es innato. El carácter de un hombre es su demonio, su espíritu tutelar; recibido en un sueño. Su carácter es su destino, el cual consiste en representar su sueño". (De El cuerpo del amor, Norman O. Brown, 1966).
"Creo que, de alguna manera, Kiss fue el comienzo de este descreimiento actual, de la rebeldía controlada; porque hoy los jóvenes no saben contra qué rebelarse". Las paredes del estudio, cubiertas con imágenes del Mundial 78, envuelven su nueva creación, Sheyla. Es una maqueta del desaparecido cabaret de Talcahuano y Sarmiento, donde el artista tuvo sus primeros contactos con noche. Enciende las luces del salón en miniatura y las chicas fáciles reviven en muñecas difíciles de una colección de estrellas porno que esperan su turno mientras en el escenario la estrella de la noche gira con un playback de Parole, parole, parole, versión Dalila y Alain Delon. La obra sigue la línea de toda su producción: el universo congelado en el período 1978-1980.
—¿Por qué recrea siempre la misma época?
—Es la adolescencia de un argentino de clase media hacia el final de la dictadura. Pero no es una crítica a esa situación, al contrario, se la ve como una etapa de felicidad y plenitud.
—¿Cómo?
—Había un espíritu de orden, de contención y de miedo. Algo sabías, algo sospechabas, pero no quiero ponerme en esa actitud; simplemente quiero mostrar algo que tiene que ver con mi adolescencia; lo único que estoy diciendo es: a mí me pasó esto y punto. Yo iba a la cancha, al Italpark, a Sheyla, escuchaba a Kiss y la pasaba bien, mas allá de que estaba todo mal.
Esta nota fue extraída de la edición de Clarin.com
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